23.11.11

Todo el mundo sabe que un traficante de droga solo puede tener dos finales: la cárcel o una bala en la cabeza. Así son las cosas en este negocio, pero a veces hay otro final. Hace muchos años la gente dejo de llamarme Rafael y comenzó a llamarme el Duque, pronunciaban mi nombre con miedo y respeto eso era lo que yo había buscado durante muchos años. Sin embargo, me di cuenta que todo era una mentira. En mi caso podéis pensar que mi suerte fue que aquella bala no me partiera el corazón, pero estáis equivocados mi suerte fue encontrar donde menos me lo esperaba, el amor verdadero. Eso cambio mi vida para siempre. Ahora el Duque ha muerto y vuelvo a ser, otra vez, Rafael.

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